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Etiquetas, prejuicios y estigma sobre las personas en situación de sin hogar

Muchos prejuicios son fruto del miedo y el desconocimiento de quienes son y cuál es su situación
Teresa Bermúdez
Teresa Bermúdez Sánchez
Responsable Programa Habitatge Compartit
Sant Joan de Déu Serveis Socials - Barcelona
personas sin hogar

Las personas en situación de sin hogar, especialmente aquellas que viven en la calle, son etiquetadas como indigentes, personas de «mala vida» y recaen sobre ellas un número importante de prejuicios del tipo; «están en la calle por qué no quieren trabajar», «las personas de la calle son alcohólicas» …, en definitiva, tienen un estigma social simplemente por la situación de vivir en la vía pública.

Nuestra estructura autoconsciente y lingüística podría entenderse como una reducción de la complejidad. Para buscar coherencia y estabilidad con la experiencia del mundo y de nosotros mismos nos vemos obligados a recortar, simplificar la complejidad a través del lenguaje y otras prácticas expresivas, para poder comprender los fenómenos del mundo. Lo que hacemos básicamente es un proceso de etiquetaje que nos permite entender la realidad.

El lenguaje (a través de las etiquetas) nos permite asimilar unas características y generar estereotipos (identificar patrones, simplificar la realidad). En este proceso los seres humanos nos llegamos a creer esas construcciones y las asimilamos con la realidad misma.

Pero lo cierto, es que nunca podemos tener un abordaje directo de la realidad, sólo tenemos mediaciones a través de construcciones y eso nos permite sobrevivir en nuestra cosmovisión; Pero también nos lleva a errores porque toda etiqueta es limitadora. La etiqueta es un resumen que contiene un cierto sentido, pero la realidad siempre es mucho más amplia.

El proceso de etiquetaje nos es útil para definir como nos comportamos entre nosotros para ser considerados «normal».  La normalidad es una construcción de la fuerza del grupo para que el grupo se identifique a sí mismo. En nuestra relación con los otros lo hacemos a menudo en contraposición con ellos. Hacemos todo lo posible para parecernos al estándar de normalidad. El proceso de etiquetaje lo hemos naturalizado.

Hay una vigilancia colectiva de lo «normal» y cuando alguien falla aparece lo «no normal» . Eso nos puede llevar a una relación prejudicial, irracional con el otro porque establece una nueva etiqueta (características negativas) que reduce la complejidad del individuo prejudiciado y lo reduce a unas características concretas.

Sobre las personas sin hogar recaen muchos prejuicios fruto del miedo y el desconocimiento de quienes son y cuál es su situación. Miedo porque nos refleja una situación en la que cualquiera de nosotros podría estar y desconocimiento porque no sabemos quiénes son y cuáles son las causas de su situación.

Para Erving Goffman (Goffman,1963), el estigma es una clase especial de relación entre atributo y estereotipo.

El problema del estigma surge donde existe una expectativa difundida de que quienes pertenecen a una categoría dada deben, no solo apoyar una norma particular sino también llevarlo a cabo.

Para Gordon Allport (Allport, 1971) el prejuicio es una actitud hostil o prevenida hacia una persona que pertenece a un grupo, simplemente porque pertenece a ese grupo, suponiéndose, por lo tanto, que posee las cualidades atribuidas al grupo.

Y Daniel Kahneman (Kahneman,2011) nos describe dos sistemas de pensamiento que él denomina Sistema de pensamiento rápido o Sistema automático, llamado 1 y Sistema de pensamiento lento o Sistema esforzado, llamado 2.

En el primer caso, se ha aprendido a hacer asociaciones entre ideas; también ha adquirido habilidades como la de interpretar y entender matices en situaciones sociales.

En cambio, las muy variadas operaciones del otro sistema de pensamiento tienen un rasgo común: requieren atención y resultan perturbadas cuando la atención se aparta de ellas.

Ambas formas de pensar se hacen sugerencias continuamente: impresiones, intuiciones, intenciones y sensaciones. Si el definido como sistema lento aprueba estas sugerencias, las impresiones e intuiciones se tornan creencias y los impulsos, acciones voluntarias.

Sin embargo, en el pensamiento rápido hay sesgos, errores sistemáticos que es propenso a cometer en circunstancias específicas. Responde a cuestiones más fáciles que las que se le están planteando, y entiende poco de lógica y estadística. Otra limitación es que éste pensamiento no puede ser desconectado.

Cuando la información es escasa, cosa que comúnmente ocurre, el pensamiento rápido opera como una máquina de saltar a las conclusiones.

Durante la historia, y actualmente se denominan a las personas sin hogar de muy diversas maneras; mendigos, vagabundos, transeúntes, indigentes, carrileros… todos ellos vocablos incorrectos. Se trata de conceptos que ponen el acento en una característica no generalizable, atribuida por una creencia, sesgada por lo que pensamos de estas personas. Esta reducción de la situación de estas personas nos lleva a etiquetarlas, establecemos prejuicios negativos sobre su forma de vivir porque es distinta a la nuestra y se genera un estigma que las culpabiliza y encasilla en el lado excluido e invisible de la sociedad.

 

Bibliografía

  • Goffman, E. (1963). Estigma: la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Allport, G.W. (1971). La naturaleza del prejuicio. Eudeba
  • Kahneman, D. (2011). Pensar rápido, pensar despacio. Debate

 

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Publicación: 9 de Diciembre de 2020
Última modificación: 9 de Diciembre de 2020
Teresa Bermúdez

Teresa Bermúdez Sánchez

Responsable Programa Habitatge Compartit
Sant Joan de Déu Serveis Socials - Barcelona