Las personas del entorno del niño o del adolescente son los principales observadores y conocedores de su estado. Las primeras señales de alarma que nos pueden hacer sospechar que nuestro hijo o hija tiene una depresión son:
Comparte tu malestar con tu entorno cercano de confianza (familia, amistades) y consulta con tu médico de cabecera para que valore tu situación y te pueda orientar.
Como todos los medicamentos, los antidepresivos pueden tener efectos secundarios, que dependen del mecanismo de acción de cada fármaco. Si la persona no tolera los efectos adversos, se puede plantear un cambio de tratamiento.
Los trastornos depresivos son más habituales entre las mujeres y en personas de entre 18 y 44 años, solteras o separadas. Entre los factores de riesgo, debemos destacar: