Conviviendo con el trauma
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS,) casi un 4% de la población mundial presenta un trastorno de estrés postraumático (TEPT). El TEPT es un trastorno de salud mental derivado de la vivencia de un acontecimiento que ha desbordado nuestra capacidad de afrontamiento y nuestros recursos, como, por ejemplo, vivir o ser testigo de una catástrofe natural, un accidente grave, una guerra o una agresión. El apoyo social es una pieza clave en el pronóstico y la recuperación del TEPT. Por ello, es importante tener en cuenta algunas claves y recursos que nos ayuden a apoyar a una persona cercana que esté viviendo este trastorno.
En primer lugar, debemos informarnos bien de qué implica una reacción traumática. Podemos empezar por conocer las áreas básicas de afectación del trastorno de estrés postraumático:
Reexperimentación
La persona revive lo que sucedió o parte de ello. No es que lo recuerde, sino que vuelve a experimentar lo sucedido como si estuviese pasando. La persona vuelve a ver, sentir, oler u oír lo que pasó durante el suceso, de día o en forma de pesadillas angustiantes. Todo ello pasa de forma involuntaria e inesperada, resulta intrusivo para la persona y, además, no deja de repetirse.
Evitación
Para intentar hacer desaparecer estas reexperimentaciones (que generan mucho malestar), la persona intenta evitar a toda costa todo lo que piensa que puede desencadenarlas. Pese a que puede parecer sensato, acaba siendo muy disfuncional y le impide reajustar su cerebro y convencerlo de que el peligro ya ha pasado. A largo plazo, podemos ver personas que han dejado de hacer algo durante años o que han ido incrementando las cosas que no hacen (o a las que se exponen), limitando mucho su vida.
El TEPT es un trastorno de salud mental derivado de la vivencia de un acontecimiento que ha desbordado nuestra capacidad de afrontamiento y nuestros recursos, como, por ejemplo, vivir o ser testigo de una catástrofe natural, un accidente grave, una guerra o una agresión
Hiperalerta
Es normal que la persona se vea alterada por todo lo que está sintiendo y lo que le está pasando. Así que, a menudo, está más irritable, tiene arrebatos de furia (sin justificación), puede presentar comportamientos de riesgo o imprudentes, está vigilante, se sobresalta con demasiada facilidad, le cuesta concentrarse o tiene problemas en alguna fase del sueño.
Alteraciones de pensamiento y del estado de ánimo
Es frecuente no poder acceder a la memoria de lo que pasó completamente o a aspectos relevantes del suceso, lo que hace que la persona pueda empezar a dudar de ella misma o a pensar que no puede confiar en nadie o que no toma buenas decisiones nunca. Incluso puede ser que se altere la explicación de lo sucedido, por ejemplo, a menudo se culpan de que otros les hayan hecho daño. Evidentemente, todo esto puede hacer que la persona no se sienta bien, que esté casi siempre de mal humor, asustada, enfadada o que sienta constantemente vergüenza o culpa. Puede hacer que acabe perdiendo el interés por las cosas que antes le ilusionaban y que eso lleve a cierto sentimiento de aislamiento. Le puede costar mucho experimentar emociones que le hagan sentir bien, sobre todo si están asociadas a las relaciones personales.
Es importante que aprendamos qué implica vivir un acontecimiento potencialmente traumático para comprender los cambios que pueden experimentar la persona y los cambios también en nuestra relación. Conocer el trastorno nos hace ser conscientes de que la persona afectada puede experimentar cambios en su forma de funcionar, por ejemplo:
- Se enfada con mucha más rapidez.
- Sensación de que tiene menos paciencia.
- Se molesta a la mínima.
- Se vuelve más controladora.
- Muestra cierta dependencia que antes no presentaba o, al revés, rechaza nuestra ayuda y compañía.
- Tiene bajones después de unos días en que parecía que estaba mejor.
- Incluso puede ser que no le apetezca o no quiera hacer las cosas que hacíamos habitualmente juntos.
A veces la persona altera sin querer la explicación de los sucedido y puede estar de mal humor, asustada, enfadada o sentir constantemente vergüenza o culpa.
Esta situación puede propiciar que nos asustemos o que nos sintamos frustrados, sobre todo si se alarga en el tiempo. En el fondo, queremos que la persona que tenemos al lado no sufra y esté bien lo antes posible. Además, no hay que olvidar que quizás nosotros también estemos impactados con lo que haya pasado, así que tendremos que lidiar con nuestra propia recuperación. No podemos salvar a alguien de ahogarse si nosotros también nos estamos hundiendo y no sabemos nadar.
¿Cómo podemos ayudar a la persona con TEPT?
Es habitual la sensación de que no estamos siendo de ayuda, de impotencia o inutilidad frente a lo que le está pasando a la otra persona, pero debemos recordar que la mayoría de afectados explican que lo que más les ayuda es simplemente que las personas cercanas estén a su lado. Una de las cosas más importantes que debemos aprender a hacer es a aguantar los silencios. El silencio no es malo, nos da espacio para recomponernos y, muy a menudo, lo necesitamos. Cuando nos pasa algo desagradable es frecuente que el entorno no pare de ofrecernos cosas, soluciones o de compartir sus experiencias, en lugar de simplemente acompañar en silencio. Esto normalmente pasa porque la ansiedad y la necesidad de que la persona esté bien toma el control.
En cambio, podemos decirle a la persona que estamos ahí para escucharla si en algún momento le apetece hablar. Cuando se dé la oportunidad, algunos consejos a la hora de escuchar son:
- No contradecir o interrumpir (aunque no nos convenza lo que escuchamos).
- Repetir lo que nos ha dicho, con nuestras palabras, y hacer preguntas concretas.
- Comunicarnos de forma clara, directa y positiva.
- Ser claros sobre nuestros sentimientos, identificarlos y verbalizarlos, no pretender que el otro los adivine.
- No dar consejos (a menos que nos lo pidan directamente), ni mucho menos lecciones.
A parte de estar allí y escuchar a la persona de manera empática, otras maneras de ayudarla pueden ser:
- Ofrecernos a acompañarla a las visitas médicas.
- Proponer alguna actividad semanal con ella (ir a cenar o salir a hacer deporte).
- Animarla a seguir en contacto con toda su red social.
- No mostrarnos intrusivos y evitar que tenga la sensación de que estamos siempre encima de ella. Debemos intentar respetar su espacio y su tiempo para no generar sensaciones de agobio u opresión.
Esta situación, con el paso de las semanas o los meses, nos puede pasar factura, y puede ser que nos sintamos cansados, culpables o incluso enfadados. Cuando notemos que estamos reaccionando de forma airada, que empezamos a perder la paciencia o que tenemos pensamientos negativos acerca del proceso de la otra persona, es el momento de tomarnos un tiempo para nosotros e, incluso, recurrir a la ayuda de un profesional.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
Si sufres de soledad o pasas por un momento dífícil, llámanos.