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Beatriz Torres Cecilia
Amiga de una persona con TCA

«Tuve que aprender cómo ayudar a mi amigo»

Beatriz Torres Cecilia

Me costó aceptar que mi amigo Jordi tenía anorexia. Seguramente porque los trastornos de la conducta alimentaria afectan mayoritariamente el sexo femenino y porque las mujeres tenemos más presión social que hace que nos preocupamos por la imagen, olvidamos que los chicos y adolescentes también pueden tener este trastorno. Y esto complica también su diagnóstico.

Las primeras señales empezaron en la adolescencia. Nos quedábamos a comer en la escuela y, al principio, parecía que la comida del comedor no le gustaba. Poco a poco, esta selección de gustos por los alimentos se fue convirtiendo en un discurso de querer cuidar su alimentación y de optar por una dieta saludable. Después, vas viendo que va restringiendo más alimentos, reduce la cantidad de consumo y aparecen las mentiras. Mentiras piadosas que utilizaba para desenfocar la atención de quienes estábamos a su alrededor. Pero su argumentario sobre la alimentación y sobre su imagen corporal era cada vez más estricto. Después empezaron a aparecer las expresiones de temor por ganar peso y por la posibilidad de llegar a ser una persona obesa. El trastorno se va desarrollando con lentitud, algo que como amiga me costó de ver, porque no quieres intervenir en la vida personal de tus amistades. Pero llegó un punto en el que Jordi dejó de hacer planes con nosotros cuando había comida de por medio. Este fue el detonante de nuestra preocupación como grupo de amigas.

Recuerdo haber hablado con él en las escaleras de la estación de Sant Cugat o ante el pabellón, y que me negara la evidencia. Yo le hacía ver todo lo que había hecho aquellos últimos días con la comida en la escuela: tirarla a escondidas, pedir al cocinero que nos servía que le pusiera poca cantidad, inventarse dolores de estómago por no comer o para que le hicieran una dieta. Parecía que los días que estaba más receptivo veía que jugaba con la comida, que hacía cosas extrañas por no comer. Como mostraba este dominio sobre él mismo, parecía que acabaría controlando la situación. Él me decía «Ya lo sé, pero yo controlo». Muy a menudo, el miedo de pensar que un amigo puede tener una enfermedad o un trastorno, conduce a la salida fácil de minimizar la situación, de no ver conductas enfermizas, de justificarlo todo. En definitiva, de negar la evidencia.

Y llegó el día, el día en que se blindó y no podíamos ayudarlo con consejos o siendo sus controladores. Él ya huía de nosotros. Solo quería estar delgado, se convirtió como en una adicción.

El miedo de pensar que un amigo puede tener un trastorno hace que a menudo justifiquemos algunas conductas y neguemos la evidencia.

Como amiga, puedes apoyarlos y darlos consejos, pero llega un momento en el que su bloqueo alimentario les domina por completo, y tienen tanto miedo a aumentar de peso, que manifiestan una distorsión de la propia imagen. No pueden ni mirarse al espejo o en un escaparate. Cuando llegó esta situación descontrolada, y veíamos que iba perdiendo peso, fuimos a hablar con el tutor, porque vimos que ya no podíamos hacer nada, ya no nos hacía caso. Y el tutor habló con la familia.

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El apoyo de las amistades

Años más tarde, esta situación nos llevó a hacer un chat del grup, donde no está él, para compartir el estado físico y anímico de Jordi y también para darnos consejos y mejorar nuestra ayuda y apoyo. Es importante tener información de cómo está en cada momento; hay días que no puede oir hablar de comer o que hacer un comentario sobre el cuerpo de otras personas lo hunde.

Después de casi más de veinte años, el trastorno todavía está. Ha pasado por instantes extremadamente críticos, pero ahora se está recuperando, gracias a la ayuda externa de profesionales especializados, dietistas, psiquiatras y grupos de apoyo. 

En este camino largo y lleno de altibajos es imprescindible tener una buena red de apoyo. Es importante que siempre estemos ahí.

Lo que tenemos que hacer los amigos y amigas es pedirle explícitamente cómo quiere que lo ayudemos, qué podemos hacer para ayudarlo, y él, con la ayuda de los terapeutas, nos va guiando y enseñando cómo podemos ayudarlo, cómo nos tenemos que dirigir a él en cuanto a la comida. Recuerdo un día que nos dijo: «Por favor, no habléis de comida»; o también nos pidió que no le diéramos «muchos ánimos». Su terapeuta nos dio una serie de consejos y pautas, pues a menudo no sabes cómo ayudarlo. Nosotros también estamos aprendiendo en todo este proceso y esta lucha que cada día está afrontando Jordi.

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Cuando las palabras hieren

Tenemos que ser conscientes de que el tratamiento es largo y duro, para la persona y para los que la rodean. Por eso, es imprescindible una buena red de apoyo que esté a su lado, tanto en los buenos como en los malos momentos. En este camino largo y lleno de altibajos, es importante que siempre estemos allí.

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 1 de Marzo de 2023
Última modificación: 7 de Noviembre de 2023

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