Esta pregunta es clave ya que solo con el reconocimiento de que se tiene un problema y la aceptación de ayuda se inicia el camino de la recuperación. Nos gustaría tener una varita mágica con la que saber qué decir en cada momento para que la persona abra los ojos y vea los problemas y la gravedad de los mismos, pero muchas veces, digamos lo que digamos, no conseguimos que la persona cambie su actitud. Y es en este punto cuando te desesperas, te sientes impotente o incluso sientes rabia, que te puede llevar a culparte o a culpar a la propia persona o a otros allegados de lo que sucede. Estas actitudes son las que debemos evitar; es muy importante tener una escucha comprensiva y empática, que no juzguemos ni culpabilicemos a la persona con discursos moralizadores de lo que está bien y mal, con frases como las siguientes: «¿No te das cuenta del daño que te estás haciendo y nos estás haciendo a los demás?», «Estás en la flor de la vida. Con lo inteligente que eres, ¿no ves que así vas a acabar fatal? Sola, sin amigos… ¿Es lo que quieres?», «Necesitas tocar fondo para darte cuenta, ¡cuando ya sea tarde!», «No te das cuenta de lo delgada/o o gorda/o que estás».
Acércate con mucha paciencia, empatía y, desde la preocupación sincera, muéstrale que estás presente e insiste, pero con tono suave y pausado. Muéstrale que quieres ayudarle, porque la conoces y no acabas de verle bien, por cambios de humor, sensación de que pueda estar sufriendo… (sin hacer referencia al cuerpo). Ten paciencia, solo escucha, espera los momentos en que la persona se abra a ti, ya que esto no sucede de un día para otro.
Lo importante es buscar ayuda especializada y compartir el problema con el entorno de confianza en quien puedas apoyarte.